martes, 31 de agosto de 2010

Cada persona tiene su propio color, único e irrepetible, y ese color viene a este mundo para brillar.
Si ese color que trajimos, si esa luz se apaga, deja de brillar, nos hundimos en la oscuridad. En la oscuridad total no ves ni tu sombra, mucho menos tu propia luz.
Cada uno tiene su color, su esencia, su identidad, y eso no se puede apagar. Y esos colores se mezclan, se unen, se combinan, forman nuevos colores cada vez más brillantes.
No existen dos colores iguales. La humanidad es una gran, enorme e infinita paleta de colores. Hay tantos colores como personas. Dentro de un mismo color hay millones de colores, millones de posibilidades.
Los colores se definen por contraste. Los colores armónicos son aquellos que cuando se mezclan funcionan mejor.
Y cuando ningún color está presente lo que uno percibe inevitablemente es el negro. El negro, la oscuridad en la que estás es la ausencia de colores.
La oscuridad no deja posibilidad de matices. El negro es negro.
Y agarrate Catalina. Cuando los colores verdaderos de cada uno se mezclan el resultado es una cálida y potente luz blanca que algunos llaman portal.

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